16.8.13

Algo de mi...

Desde muy pequeña me ha gustado la pintura. Recuerdo que mis papás nos pusieron a mis hermanas y a mi en un curso para niños donde enseñaban técnicas como acuarela, óleo pastel, óleo, carboncillo, lápiz de papel y plumilla. Creo que el de plumilla no llegué a hacerlo porque estos cursos los compaginábamos con las tareas de la escuela y bueno, había que darle prioridad a eso.

En las vacaciones, con mis hermanas, en especial con Ana Lucía -que es la otra  crafty de la familia, después de mi mami-, hacíamos dibujos y los colgábamos en un cordel diciendo que era una exposición de cuadros.

Cuando entré a la universidad, tuve como profesor a Marco Alvarado, que literalmente nos sacaba el aire por la carga tremenda de trabajos que nos enviaba a casa de un día para otro. Sin exagerar, nos mandaba 100 pares de ojos, 100 pares de manos, 100 pares de pies, 100 bocas, etc. Lo único que recuerdo es que pasaba días sin dormir porque una llegaba orgullosa a clases para que Marco diga "está feo. Repite" y así, 100 pares más para el día siguiente. Cuando me tocó hacer el seminario con él, a pesar de que era hiper exigente, lo disfruté enormemente. Acrílicos, óleos, acuarelas, lápices... mi mundo!!!

Luego, todo eso se opacó un poco porque todo se centraba en diseñar en computadora y usar los diferentes softwares de diseño. Me gradué. Empecé a trabajar. Nunca quise trabajar en agencia de publicidad porque sentía que les daba mi vida a cambio de nada. Al menos aquí en el Ecuador, la mayoría de las agencias son así, no valoran en realidad el trabajo del diseñador gráfico y es el que finalmente, hace la gran parte del proyecto. Así que con un par de amigos nos pusimos un estudio de diseño (les prometo que ese será otro post). Después de un par de años, cada quien siguió su camino. Seguí trabajando de manera independiente, pero no me sentía plena. Sentía que faltaba algo en mi vida. Que me faltaba conectarme con algo que me hiciera sentir viva nuevamente.

Un día, entraron ladrones a nuestro departamento y se llevaron todo lo que pudieron... entre esas mi querida iMac. Más allá de los sentimientos de impotencia y demás que uno siente por una situación como esa, fue el momento que pensé "y ahora, qué hago?"

Debo decir que meses antes, ya quería dejar botado todo lo que a diseño gráfico se refiere por este sentimiento de vacío que les comenté; además que el trato con clientes no es fácil y todo quieren casi que gratuito, peor si son cercanos a uno. En fin. Con este panorama en el que me encontraba, mi hermana Ana Lucía me impulsó a que haga unos talleres de pintura y así lo hice.

En general las manualidades sirven como una terapia espectacular y lo fue para mi. Averigué los cursos en Carma y me inscribí al taller de pintura country y luego hice el de deocupage. Creo que estuve un par de meses. Mi profesora fue Ma. Elizabeth Borja, propietaria del lugar. Tiene una disposición increíble para enseñar todas las técnicas y siempre con una gran sonrisa. Creo que esa debe ser una cualidad básica en las personas; no deben tener miedo a enseñar sus conocimientos a los demás. Al menos, yo estoy convencida de eso, que mientras más compartes, más recibes. Y creo que es el caso de Ma. Elizabeth.

Ella -entre otras personas- fue quien me convenció a lanzarme a este mundo y que mi trabajo debe ser valorado y no regalado. Así que después de vencer los miedos normales y pensando que después de un robo no tenía nada más que perder, ladybug empezó a tener forma y lo que alguna vez fue un sueño, empezó a ser una realidad.

Quise escribir este post, entre otras cosas para agradecer a las personas que he mencionado (y otras que seguirán anónimas hasta nuevo aviso jaja!), porque han sido ellas quienes me impulsaron y ayudaron a retomar el mundo que tanto me llena. Simplemente: gracias! :)




Este es uno de los trabajos que hice en el seminario de dibujo artístico cuando estaba en la universidad. Es uno de mis favoritos. Disculpen la mala calidad de la fotografía. Técnica: acrílico. 

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